Calle Goya, junio de 2025. El parentesco se ha vuelto proyecto. La identidad ya no se define solo por la biología sino por los vínculos que decidimos establecer. Esa “equivalencia en escena” (bebé/perro) muestra que el estatus no lo da la categoría natural, sino el lugar que ocupa en la trama diaria: qué acompaña, qué organiza el tiempo, qué articula la agenda.
Familias y biografías se están configurando como constelaciones y no como árboles genealógicos: lo que cuenta es el centro de gravedad afectivo que cada cual elige.Esto desacraliza la maternidad como único eje de valor y pluraliza los guiones de vida, sobre todo para las mujeres: ser o no ser madre deja de ordenar toda la identidad.
La escena también habla de una cultura de la "mostración": vivimos en un ecosistema donde la realidad se valida cuando se hace visible y se narra. No es capricho; es gramática social para situar lo que importa.
Este dato etnográfico: no habla solo de perros, no habla de humanizar animales, sino de relacionalizar la vida—y reorganizar símbolos y objetos para que esa elección se entienda, se respete y ocupe un sitio visible en lo común.
En definitiva, lo importante se define por el vínculo que organiza la vida, no por la etiqueta que lo nombra. Esta imagen nos ayuda a entender por dónde se mueve hoy el parentesco, la maternidad y las identidades: menos dogmas, más configuraciones.